viernes, 7 de noviembre de 2008

La Opacidad de la Transparencia

Lecturas para un mural mal hecho

La Buena Lectura.

El 29 de Octubre acudimos al Centro Cultural Balmaceda para asistir a la inauguración de una tarea de obra que consiste en un mural dibujado a carboncillo por alumnos que cursan el cuarto y quinto año de la Licenciatura en Artes Plásticas de la U de Concepción.

Desde una buena lectura, todo sintomáticamente mal: Primero, a esa corporación cultural (que lleva el nombre de un presidente suicidado) se accede por un camino de tierra por allá en dónde la calle Colo-Colo no presenta pavimento. Luego, durante el cóctel oficial, una quiltrita color té con leche deambulaba entre los invitados degustando papitas fritas que recibía de la concurrencia; esto que puede parecer un detalle, en realidad viene a ser una señal de sospechoso descuido para con lo que el Arte merece. Por último lo mas sospechoso, ahí está ese mural feble, hecho con carboncillo sin fijar (si usted lo toca la mano queda negra) que extiende su acromática debilidad sobre los muros de concreto sin la preparación adecuada y más encima anónimo, es decir, aparte de saber que sus ejecutores son alumnos, no hay firmas ni del profesor responsable (Claudio Romo) ni de quién aduce razones teóricas en un borrador de catálogo (Fabián Espinoza). Preguntando sobre eso, el profesor Romo nos explicó que esa estrategia corresponde a la siguiente finalidad:

“Que ninguno de los dibujantes se haga cargo de ninguna parte, es decir – dijo C. Romo- que en cada fragmento hay una multitud (más de 18) quienes al sobreponer sus intervenciones mantienen la homogeneidad”.

Si de transparentar se trata, tal homogeneidad no es sólo formal, hay aquí una intención, y es la de anular la escabrosa y espinosa cuestión del sujeto-autor; se va así tras la neutralización de esa subjetividad creativa que tantos problemas genera a los sistemas de bloque; entonces, en bien del patronato de la homogeneidad, pues que nadie se haga cargo de nada y venga el fraternal abrazo.

En ese esquema de catálogo, se nos explica además que las imágenes del “mural” refieren a lo que se ubica al otro lado de él, es decir al sector Tucapel bajo, con sus techos de lata, sitios baldíos, casas desteñidas y chimeneas oxidadas, de ese modo el concreto armado deviene vidrio, por eso lo de transparencia. ¿Pero que diría un Giotto, o nuestro González Camarena, artistas que con su oficio y elaborados cuidados dan sentido a la historia del hombre sobre la tierra?, ¿Qué hubiese sucedido si los egipcios, Miguel Angel, Siquieiros u Orozco hubiesen dejado sus murales en bocetos inacabados expuestos al paso del tiempo?. Se podría decir que casi no tendríamos historia.

La Mala Lectura.

Harold Bloom es el responsable del concepto “Mala Lectura”, así denomina él la estrategia dirigida a generar fugas, desterritorializaciones artísticas a partir de autores “fuertes”, es decir de aquellos que han logrado instalar algún canon, un estilo o tendencia reconocida por la superficie social. Satanás -dice Bloom- es un buen ejemplo para ilustrar la idea; él (el diablo), al sugestionar a Adán en la desobediencia, se rebela ante un gran estilo de crear, el modo fuerte y definitivo estilo de Jhavé; de ahí que en su desobediencia Satanás sería el primer artista, que en un acto de heroísmo solipsista lleva a construir el gran poema de la historia humana.
En ese enfoque de Bloom podemos observar cómo el solipsismo- actitud habitualmente entendida como un vicio ególatra del autor burgués- deviene acto creativo, una acción revolucionaria y anti-sublime que implica la superación del antecesor. Sin embargo -agrega- tal heroísmo desequilibrante requiere de un estado de madurez que se mueve entre dos extremos: uno representado por Adán ubicado en el momento iniciático del proceso (de obra), y el otro por Satanás que correspondería al estado terminal. Todo artista, sentencia Bloom, es entonces un proceso entre Adán y Satanás, tal como ya lo había escrito Dostoievsky.
¿Pero que sucede cuando por motivos de todo tipo no se puede ser tan fuerte o tan diablo como para generar un nuevo canon o estilo?
Ahí está el recurso de la Mala Lectura, que en este caso consiste en retomar (repetir) el concepto clásico de MURAL en tanto gran pintura alegórica concebida para que dure muchísimo tiempo, y proceder a “entenderlo mal” para generar algo parecido a un boceto efímero y débil en que el insoslayable deseo de perpetuidad queda guardado por ahí enrollado en el surco digital de un CD. Ojo: Revisar un registro y mal-repetir una disciplina (mural), es la misma cosa pero en sentido opuesto; revisar un CD es recordar hacia atrás, en tanto que un ejercicio de mal- repetir equivale a recordar hacia adelante, de ahí lo genuino de su actuar.
La Mala Lectura tuerce también la idea de transparencia, concepto este último que por un lado refiere a la propiedad de un vidrio de mentira, y por otro, a la claridad inocente del mensaje, en este caso del “paisaje” que en virtud de su fluidez a través del hormigón opaco, gira de paisaje representacional a “pasaje” virtual. La Mala Técnica por otra parte, o sea el carboncillo sin fijar, posibilita que el visitante/espectador se tiente a pasar su dedo por la textura de obra, y que luego de soltar un garabatito de susto, sume su huella como otro autor, llevándose en el surco digital, pero ahora del dedo tiznado, algo de mural para la casa.
Algo más sobre la autoría difusa; aquél trabajo colectivo que el profesor “fuerte e identificado” pide del alumno “débil e indefinido”, podría ser una Mala Lectura de aquella táctica del “cadáver exquisito” (Max Ernst) que consiste en realizar un trabajo comunitario pero en el que cada participante desconoce lo que está haciendo el vecino, en bien de lograr una sorpresa fractalizada. Acá en cambio, como en un cadáver exquisito precocinado, los participantes buscan un final visual preconcebido de antemano que se enorgullece bajo el aura maravillante del anonimato que marcha en pos de una fuga colectiva; así, la instancia individual queda de momento suspendida entre la represión de una técnica universal y su posible fuga individual, permaneciendo además latente en la cruza de individualidades indefinibles. Entonces todo Bien como posibilidad del Mal leer, así también, rebajado el pedigree de la pureza canonizada, uno se explica el encanto de la perrita té con leche.

Edgardo Neira